Un cirujano no debe operar a un familiar, un terapeuta no debe tratar a un amigo, … ¿por qué? … Porque por mucha experiencia, destreza y habilidad que posea un profesional de cualquier ramo, cuando la emoción le afecta en exceso, le puede “dejar fuera”. Los mejores expertos pueden cometer fallos y errores infantiles cuando se ven afectados por alguna emoción bloqueadora.
¿Alguna vez se ha arrepentido de haber dicho algo inapropiado durante una discusión? ¿E incluso se ha avergonzado de verbalizar alguna torpeza indigna de su agudeza?
Gestionar personas es, en realidad, gestionar sus emociones. Pero para gestionar emociones ajenas primero hay que gestionar las emociones propias. La mayoría de los mandos intermedios o directivos saben que cuando el subordinado logra emocionarles de algún modo, a veces este vínculo minimiza el rendimiento de la gestión.
A pesar de esta evidencia, la importancia de la propia actitud equilibrada del mando, no siempre se coloca como factor primordial en el desarrollo de su trabajo. La experiencia disfrazada de rutina y el estado de ánimo del gestor suelen ser la nota dominante de actuaciones en este campo.
Es muy sencillo; o gestionas tus emociones o, alguien las gestionará por ti.
El curso de inteligencia emocional aplicada se compone de los siguientes apartados: