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Formación continua en la empresa como herramienta estratégica

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Antes de las vacaciones, es un buen momento para reflexionar sobre cómo gestionamos la formación dentro de nuestras empresas. En un entorno cada vez más cambiante, aprovechar los recursos disponibles y planificar con estrategia puede marcar la diferencia entre una organización estancada y una que evoluciona con su equipo.

Crédito formativo: una oportunidad que muchas empresas están dejando pasar

La mayoría de las empresas disponen de un crédito para realizar acciones formativas bonificadas o permisos individuales de formación (PIF). Sin embargo, los datos reflejan que solo un 20% lo utiliza completamente. Esto significa que muchas organizaciones están perdiendo la posibilidad de invertir en su capital humano sin coste adicional, ya que ese crédito no utilizado se pierde al finalizar el año.

Ese crédito, procedente del 0,7% de las cotizaciones (0,6% empresa y 0,1% trabajador), parte de un mínimo de 420€ anuales. Si no se emplea, se revierte a entidades como sindicatos o patronales. Por eso es importante anticiparse y utilizarlo antes de que finalice el ejercicio. Además, existe la opción de los PIF, que permiten la financiación de formación presencial reglada y la bonificación de los costes salariales del trabajador durante el tiempo de formación.

Eso sí, es clave asegurarse de que la acción formativa y la entidad organizadora cumplan con todos los requisitos para evitar posibles incidencias ante una inspección. La gestión adecuada del crédito puede traducirse en resultados tangibles para la empresa, tanto a nivel operativo como estratégico.

La formación debe responder a necesidades reales

Es importante entender que no toda formación es igual de útil. Si las acciones que se imparten no responden a una necesidad concreta, su impacto será limitado. Por eso, antes de tomar decisiones formativas, conviene realizar un diagnóstico.

Evaluar para acertar

Muchas empresas imparten formación sin haber realizado previamente una evaluación del desempeño, lo que impide detectar las carencias reales. Se forman simplemente por aprovechar el crédito, por obligación legal o por costumbre, sin un enfoque claro. El resultado suele ser una formación poco eficaz o desconectada de los objetivos de la organización.

Lo ideal es vincular la formación a objetivos concretos: mejorar la eficiencia comercial, reducir descuentos aplicados, aumentar el compromiso del equipo o mejorar la relación con el cliente. Para ello, necesitamos saber si las personas están preparadas para alcanzar esas metas, y eso solo se consigue analizando su desempeño previo.

Diseñar un plan formativo desde un diagnóstico claro mejora no solo la efectividad, sino también la percepción de utilidad de la formación por parte de los trabajadores.

Medir el impacto: el paso olvidado en muchos planes

Tan importante como formar, es saber si esa formación ha funcionado. Muchas veces, tras impartir cursos, no se realiza un seguimiento que permita comprobar si realmente ha habido un cambio en la actitud, el rendimiento o los resultados del personal.

Aplicar lo aprendido y supervisar resultados

El aprendizaje efectivo se refuerza cuando hay revisión de objetivos y supervisión. Sin este control, es muy difícil que las herramientas aprendidas se apliquen de forma sostenida en el tiempo. La incorporación de sistemas de retribución variable por resultados puede ayudar a consolidar estos cambios, premiando la aplicación de lo aprendido y fomentando una cultura orientada a objetivos.

Además, aplicar una metodología clara para medir el impacto ayuda a justificar el retorno de la inversión formativa. Esto es clave no solo para la dirección de la empresa, sino también para motivar a los equipos.

Formarse de forma continua es una necesidad estratégica

La formación ya no es una opción, sino una necesidad. La tecnología y la innovación avanzan rápido, y mantenerse al día requiere una actitud de mejora continua. Empresas y trabajadores deben compartir esa visión.

En algunos casos, la falta de compromiso con la formación viene de experiencias previas poco útiles o mal planteadas. Por eso es esencial elegir bien la formación, al docente y a la entidad que la imparte, y medir su impacto. Cuando se hace bien, la formación se convierte en un motor de cambio, compromiso y mejora continua. Y eso se refleja en los resultados del negocio.

Un programa bien diseñado, con contenidos actualizados, formadores implicados y seguimiento real, tiene la capacidad de transformar departamentos enteros. Además, fomenta la fidelización del talento, un aspecto fundamental en tiempos de rotación creciente.

Plan de desarrollo: una herramienta clave para atraer y retener talento

Las empresas que estructuran planes de desarrollo y formación no solo mejoran su funcionamiento interno. También se convierten en lugares más atractivos para trabajar. En un mercado donde el talento escasea, contar con una estrategia clara de crecimiento profesional puede marcar la diferencia.

No se trata solo de formar, sino de hacerlo con un plan. De lo contrario, la formación puede percibirse como un gasto. Cuando se vincula a objetivos, se mide y se comunica bien, se convierte en una inversión clave en las personas.

Formar con sentido: una oportunidad que no debería dejarse pasar

La formación bonificada es mucho más que una ayuda económica. Es una palanca real de transformación para cualquier organización que se tome en serio el desarrollo de su plantilla. Y, sin embargo, muchas veces se gestiona de forma mecánica, sin alinearse con la estrategia ni con la evolución del negocio.

Formar con sentido implica partir de una necesidad real, diseñar contenidos útiles y aplicables, elegir a las personas adecuadas para recibir esa formación, y hacer seguimiento. Solo así se convierte en una herramienta que mejora tanto los resultados como el clima laboral.

Además, cuando las personas perciben que la formación les aporta valor y que forma parte de su crecimiento, aumenta su compromiso con la empresa. Se sienten parte de un proyecto que apuesta por ellas, y eso se traduce en implicación y resultados.

Hay que dejar atrás la formación decorativa y apostar por planes que respondan a necesidades, midan su impacto y ayuden a construir una cultura de aprendizaje real. Ahí es donde está la diferencia entre empresas que forman y empresas que se transforman.

La opinión de R&A Formación

Si quieres conocer más sobre cómo sacar partido a la formación bonificada y diseñar planes útiles y bien enfocados, puedes visitar la web de R&A Formación.

Formación continua en la empresa como herramienta estratégica

 

En nuestra experiencia, las empresas que integran la formación como parte de su estrategia no solo mejoran resultados, sino que logran crear entornos de trabajo más sólidos, alineados y sostenibles. La clave está en transformar el crédito formativo en un motor real de cambio. Para ello, el primer paso es conocer bien el sistema, planificar con rigor y contar con apoyo experto.

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